La visionaria Sofía Mazagatos y la muerte de la parodia
Qué duro tiene que ser para los guionistas de los espacios de humor elaborar tramas más delirantes que las que vivimos a diario


Qué duro tiene que ser para los espacios de humor elaborar tramas más delirantes que las que vivimos a diario. “Asusta que algunas de nuestras historias más increíbles hayan empezado a suceder en la vida real”, se lamentaba hace unos meses el creador de Veep, Armando Iannucci. Ninguna de las andanzas de la vicepresidenta ficticia Selina Meyer puede superar al vicepresidente real, J.D. Vance. Imagino cuánto debe desmoralizar a muchos escritores ver los informativos. “¿Cómo se parodia la parodia?”, se preguntarán.
El gag de esta semana en Saturday Night Live basado en la filtración en Signal de los planes de guerra del ejército estadounidense no provoca más carcajadas que la historia real contada por Jeffrey Goldberg en The Atlantic. Y el listón sigue elevándose. Ni el humorista más fino puede superar que el hombre más rico del mundo se suba a dar un mitin con un sombrero de queso en la cabeza y rife cheques de un millón de dólares para comprar la victoria de un juez del tribunal estatal (salió mal, regocijémonos), o que el presidente de los Estados Unidos confunda ratones transgénicos con ratones transgénero. Tal vez la noche anterior se durmió viendo Ratatouille y se despertó con Emilia Pérez; al final la culpa de todo va a tenerla Netflix, como ha dicho un diputado de Vox en el parlamento andaluz, porque en España también hay aspirantes a estrella de la stand-up política.
La sátira política ha muerto y la comedia está herida de gravedad. El alto nivel de estupor que provocaba el material original fue una losa para otro de los sketchs del SNL. La burla del contenido viral del influencer de fitness Ashton Hall, uno de esos vídeos protagonizados por tipos con alma de cybercartujos y nula presencia femenina (a no ser que haya algo que limpiar) que son consumidos mayoritariamente por hombres jóvenes que, según leo, los consideran “inspiradores y aspiracionales”. En él, el fornidísimo Hall se levanta a las 3:52, tremenda concreción, y a lo largo de dos minutos que hacen mondarse a cualquier persona cuerda, lee, medita, restriega una piel de plátano por el rostro y sumerge la cara en hielo. ¿Recuerdan cuando Sofía Mazagatos contó que meter la cabeza en el congelador durante unos minutos es uno de sus secretos de belleza? Nos reíamos de ella y era una visionaria. Los que carecimos de visión fuimos los que no vimos venir que algún día la vida real se parecería demasiado al sketch más desmadrado del Saturday Night Live.
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