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“El traje de baño es un espejo de la sociedad”: cómo esta pequeña prenda refleja cuestiones de género, clase o moda

Desde hace un siglo las playas y las piscinas han sido espacios sensibles en los que la gente se ha mostrado tal cual es, vistiendo bañadores o bikinis que cuentan mucho de cada momento histórico. Una exposición en el museo del diseño de Londres repasa todos sus subtextos

El emblemático bañador rojo de Pamela Anderson en ‘Los vigilantes de la playa’ es uno de los diseños expuestos en la exhibición.

Los primeros bikinis de la Historia no eran tan diferentes a los que llevaremos este verano. Así lo puede deducir cualquier persona que visite Splash! A Centry of Swimming and Style, la exposición que el Design Museum de Londres dedica al papel de la natación en la vida del último siglo, ya sea a través del diseño de los trajes de baño, el deporte o la arquitectura. En ella, se expone uno de los pocos primeros dos piezas que se conservan, junto con otros 200 artefactos, entre la que se encuentra el traje de baño de Pamela Anderson de Los Vigilantes de la Playa. Parece una concesión al pop dentro de un estudio que explora temas de clase, folklore, género y moda, pero ese bañador rojo de pernera alta también habla de clase, folklore, género y moda. Y de todo eso hay en seta exhibición a la que The Guardian ha calificado como “encantada de no tener miedo a resultar woke”. Una exposición puede serlo y esta, a mucha honra, lo es.

Uno de los espacios de la exposición en el Design Museum de Londres.

Lo que se puede ver en las salas de este museo de Holland Park es un resumen, con acento inglés, de carteles, trajes de baño, objetos y fotografías que repasan un siglo de diseño, cloro y sal. Pero el trabajo de su comisaria, Amber Butchart, una escritora e historiadora del vestido y de diseño, va más allá de la exposición de curiosidades: ella tiene algo más que decir. Declara rotunda a S Moda que, “el traje de baño es un espejo de la sociedad”. Quiere dejar claro con este proyecto que ir a nadar a una piscina es un gesto político; lo marca el cuerpo que tenemos, lo que el mercado pone a nuestra disposición, el a unos espacios y no a otros. En estas vitrinas se habla de prohibiciones como la que se levantó en el parque temático de Alton Towers contra los Speedos, por ser poco “familiares”, también cuestiona códigos de género (muestra un jersey tejido por el saltador Tom Daley) y exhibe los trajes de baño de la marca norteamericana Beefcake, realizados para personas no binarias y otros para personas con discapacidad. Reserva también espacio para los gorros de natación para pelo afro que diseña Alice Dearing, la primera nadadora negra en competir en el equipo de Gran Bretaña, en colaboración con Soul Cap.

La comisaria de la muestra, Amber Butchart, posando junto al cartel promocional de la misma.

La exposición no tiene miedo de ser incorrecta ni incómoda, algo que consigue sin perder sentido del espectáculo. Si tienes el traje de baño de Los Vigilantes de la Playa, que tan bien retrata los noventa, te lo aseguras. Para Butchart, sin embargo, hay piezas más icónicas, como el traje de baño de Judy Grinham, que fue el primer bañador enterizo creado para competir y el monokini de Rudi Gernreich, que coincidiendo con la revolución sexual de los sesenta demostró que el traje de baño podría estar diseñado para impresionar. Splash!, que se puede visitar hasta el 17 de agosto, lleva el nombre de un cuadro de David Hockney, el más piscinófilo de todos los artistas; de él se exhibe el cartel que diseñó para los Juegos Olímpicos de Los Ángeles.

El monokini de Rudi Gernreich también está presente en la muestra.

La muestra está concebida en torno a los tres escenarios en los que nadamos: la playa, la piscina y el lido, que es como llaman en Reino Unido a las piscinas al aire libre, a los estanques o tramos de río o mar que se domestican para el baño. El lido es un escenario tan británico como los scones o como Camilla Parker-Bowles. Toman el nombre del Lido de Venecia y se construyeron en la era victoriana para luchar contra la suciedad y las epidemias y al principio, no se llamaba así, sino baños y hay documentos sobre de ellos en el Design Museum. Primero, fueron solo para hombres, que eran quienes sabían nadar, dejando a las mujeres mucho más indefensas ante posibles accidentes. Con la apertura de baños mixtos, este desequilibrio comenzó a igualarse y el hecho de que cada vez más gente supiera defenderse en el agua y que los dos sexos estuvieran mezclados, convirtió a los lidos en lugares de encuentro y entretenimiento, es decir, en el espacio del salseo social.

El lido en Hyde Park, en Londres, en mayo de 1933.

En torno a los años treinta se inauguraron en Gran Bretaña más de 100 lidos, unos lugares que son una fantasía y tienen un estilo propio que cruzaba Bauhaus con art déco. Y a ellos, había que llevar ropa ad hoc, como cuenta la exposición. En un guiño curioso a los lidos, Splash! ha sido diseñada por ScottWhitbyStudio, la firma arquitectónica que restauró uno de los más icónicos, la Jubilee Pool de Penzance, una piscina de agua salada construida en los años treinta, que ha sido reabierto gracias al apoyo popular. Los lidos viven un revival del que los británicos se sienten orgullosos. Solo el pueblo salva a la piscina pública. En la exposición, las piscinas juegan un papel central, al ser el escenario más popular para el nado. En ella se puede ver la maqueta del London Aquatics Centre de Zaha Hadid y se dedica espacio a la fiebre piscinera que se vivió en el Hong Kong colonial entre los años cincuenta y setenta, en las que eran un símbolo de estatus. El mensaje que se transparenta es que la piscina es un espacio político y los ejemplos son muchos (y dramáticos) a lo largo de la historia, desde la segregación judía por los nazis en Alemania a la sufrida por los negros en Estados Unidos. Siempre ha sido un espacio sensible, porque en ella la gente se muestra tal como es y eso no siempre gusta. Bajo el sol y en el agua somos más difíciles de controlar.

El London Aquatics Centre de Zaha Hadid, que está presente en la muestra en una maqueta.

Para Butchart, que también es broadcaster en el programa de la BBC One The Great British Sewing Bee, trabajar en esta exposición le ha permitido profundizar en un tema en el que lleva años investigando. “Ha sido una alegría absoluta”, confiesa. Ella, que nació al borde del mar, ha decidido comenzar a contar esta historia (toda muestra lo es) en un momento clave, en los años veinte del siglo pasado. Fue entonces cuando la gente pasó de bañarse a nadar; es decir, cuando pasó de estar pasiva a activa en playas y piscinas. En esos año comenzó a estar de moda y a ser deseable irse de vacaciones a la playa; desde entonces hasta hoy nunca ha dejado de estarlo.

La moda aparece, no solo como una costumbre generalizada, sino ligada a los trajes de baño. La muestra repasa todo un siglo de diseños, destacando el papel jugado por materiales como el nylon o el látex y la continua evolución de los diseños y los materiales. En ella hay espacio para los bañadores de marcas como Hermès y también para los de Jantzen o Hunza, que en los años ochenta popularizaron Whitney Houston o Julia Roberts. La exposición confirma que cada época, tiene sus trajes de baño. Se pueden ver trajes de baño de Stella McCartney para Adidas, una colaboración ya clásica que abrió las puertas a las alianzas entre la alta moda y el deporte. Esa puerta nunca se ha cerrado. También nos coloca por delante cuestiones peliagudas: ¿qué hacemos con las chanclas y los calcetines? ¿Son o no estilosos? Ante la pregunta de si somos más o menos arriesgados cuando vestimos con traje de baño que cuando lo hacemos en la vida diaria, la comisaria de esta exposición responde: “Hay sincronía”. Secos o mojados somos la misma persona.

El bikini de Louis Réard, uno de los primeros de la historia, está presente en la muestra.

Entre maquetas, fotografías y diseños en Splash! destaca uno de los primeros bikinis de la historia, un dos piezas diseñado en 1951 por Louis Reard, que años antes había presentado en sociedad un modelo similar en la piscina Molitor de París. Era un diseño “atómico”, afirma Butchart y se llamó así porque cayó como la bomba en el atolón de Bikini unos años antes. Ella insiste en que “el primer bikini no fue el primer dos piezas, ya existían”. Un par de meses antes, en una tienda de Cannes, Jacques Heim había mostrado su propio dos piezas, al que llamó confirmando la querencia por la terminología bélica Atom, pero el show que Reard organizó en la Molitor camufló su logro.

Esta piscina al sur del El Bosque de Boulogne es un lugar sagrado para los parisinos. Allí, alguien llamado Johnny Weissmuller dio clases de natación y allí nadó Boris Vian el día que murió. En esa piscina han pasado muchas cosas siempre y las recita cualquier local. Pero en 1946 ninguna modelo quiso lucir el bikini, así que hubo que recurrir a una bailarina del Casino de París, Micheline Bernardini, para que lo hiciera. Ella fue la que vistió ese diseño de Réard, con un estampado que reproducía de unas hojas de periódico y unas piezas mínimas que se ataban al cuerpo. Si miramos con atención al que se exhibe en Londres vemos un diseño parecido, en esencia, a cualquiera de los que encontraremos este verano en playas y piscinas. Si no fuera por el material, lo podríamos encontrar en Oysho.

El diseño de Louis Réard lucido por Micheline Bernardini en la piscina Molitor en 1946.

De manera paradójica, ese primer bikini que se muestra junto a la foto de Micheline no está pensado para nadar, algo curioso en una exposición dedicada a esta actividad. Esto se compensa con su valor simbólico. Igual que la forma de nadar era diferente hace un siglo, la forma de vestirnos para ello también lo es. La nadadora española María Peláez, que ha sido cinco veces olímpica, tiene claro cuál es el bañador perfecto para nada: “es aquel que ajuste y que no haga bolsas, por eso las nadadoras se echan agua dentro el bañador, para que no se les pegue”. Ella tiene una curiosa costumbre cuando va a la playa y no debe nadar para competir: lleva dos trajes de baño. Utiliza un bikini para estar en la arena y, encima de él, se pone uno de una sola pieza para coger olas. “Me importa estar cómoda. Ahora hay nadadoras que van monísimas”. Esta malagueña afirma que el punto de inflexión del diseño de trajes de baño se dio en 2008, con la llegada del LZR Racer, el diseño creado con piezas de plástico de neopreno o de ese material, lo que aumentaba la flotabilidad, disminuían mucho la resistencia al avance y propiciaban una posición más correcta. Durante dos años se mejoraron muchas marcas, incluso de nadadores retirados. A los dos años la federación los prohibió por considerarlos una especie de doping. Se volvió a una especie de tejido de papel muy evolucionado. “Los anteriores igualaban demasiado a los nadadores”, declara esta mujer, uno de los iconos de la natación de este país.

‘Sirenas subversivas’ fotografiadas en Mineápolis (Minnesota, Estados Unidos), en 2022.

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