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Navarra
Crónica
Texto informativo con interpretación

Pedaleando por la comarca navarra de Tierra Estella, el gran regalo del turismo en bicicleta

Numerosas citas en las que pedalear han colocado esta zona en el mapa cicloturístico español. Más allá de las pruebas, ofrece infinidad de posibilidades para descubrir su territorio en bici Gravel y de montaña

Tierra Estella Navarra
Óscar Gogorza

Tierra Estella, una comarca enclavada en el corazón de Navarra, ha engendrado un misterio ciclista. Preguntados los agentes locales, apasionados del pedal, todos se rascan la cabeza sin saber qué responder a la pregunta: “¿De dónde nace semejante afición por las dos ruedas en estos lares?”. Para empezar, Estella, cabecera de la comarca, exhibe el Gran Premio Miguel Indurain, prueba profesional de carretera, después un sinfín de citas ciclistas variadas de bici de montaña. Y desde hace un lustro, aproximadamente, el Gravel ha venido a enriquecer la generosa oferta, aprovechando así la extensa red de pistas que esconde la zona.

Iñigo Labat, uno de los organizadores de la Tierra Estella Epic Gravel, que celebró su edición de 2025 el pasado abril con unos 800 corredores, considera que el hecho diferencial no es la profusión de ciclistas en la zona, sino el compromiso de muchos para sacar adelante de forma benévola todo tipo de citas en las que pedalear, lo que de hecho ha colocado la comarca en el mapa cicloturístico español. Sin este tipo de citas organizadas, el conocimiento de estos tesoros ciclistas quedarían reservados a un puñado de afortunados. Organizar un evento sobre dos ruedas supone un trabajo ingente que involucra a muchísimos voluntarios. Por ello, la clave es poder contar con personas capaces de dedicar su tiempo a estos menesteres benévolos y con clubes ciclistas que dinamicen estas iniciativas. Todas estas citas tienen un lugar común: ofrecen los recorridos escogidos más selectos, esos que solo conocen los habitantes de la zona y que comparten generosamente con cualquiera que desee descubrir un lugar privilegiado para pedalear en calma.

La iglesia de San Miguel, en la localidad navarra de Estella.

Así, el 12 de abril, me presento en Villatuerta, a escasos cinco kilómetros de Estella y a 40 de Pamplona, para participar en la Tierra Estella Epic Gravel junto con unos 800 corredores. Reconozco que de no ser por la excusa de la bici jamás hubiese parado aquí, y eso que apenas dista una hora y media en coche desde mi casa. Tierra Estella es la comarca navarra de mayor extensión, con cerca de 60.000 habitantes repartidos en 66 municipios y con una densidad de 33 habitantes por kilómetro cuadrado, de los cuales aproximadamente un tercio se ubica en la Ribera Estellesa y el resto en Montejurra.

El puente medieval de Villatuerta.

Recojo mi dorsal y me apelotono junto a varios centenares de personas en la salida, entre ellos Haimar Zubeldia, quinto en el Tour de 2003, que acude a la cita con su hija adolescente, igualmente ciclista. Su presencia tiene un indiscutible efecto llamada, porque el exprofesional de la ruta solo acude a los eventos de mayor calidad. Existen tres recorridos: uno de 57 kilómetros, otro de 73 y otro de 120, cuyos trazados están disponibles para ser descargados en la web de la prueba. Escojo el más largo con la idea de conocer cada metro de la zona. Espero que no sea un viaje épico. Acabo la prueba doblado en dos: la culpa es del dorsal, que no le deja a uno ni ver el bosque ni nada de nada. Entre irar el paisaje y no perder la rueda del que llevaba delante, he escogido lamentablemente la segunda opción, repecho arriba y repecho abajo. La sensación es de haber estado, durante varias horas, perdido en un mar de verdor del que emergía de vez en cuando para pasar por algún remoto y desconocido núcleo urbano antes de realizar una nueva inmersión en una suave pista de tierra y grava rumbo a ningún lugar concreto. La velocidad no es compatible con el turismo sereno.

Participantes en la carrera Tierra Estella Epic Gravel, que discurre por la comarca navarra de Tierra Estella.

Culpable, una semana después vuelvo al escenario de mi particular crimen. Ni rastro de ciclistas apelotonados, ni megafonía, ni pancarta hinchable de meta… ni un alma en las calles de Villatuerta, quizá porque es demasiado temprano. El recuerdo de la paliza de hace escasos días me sugiere que cambie la bici de Gravel ‘muscular’ por una eléctrica, sacudiéndome con arrojo todos los prejuicios acumulados durante años y pasando olímpicamente del que dirán. De golpe, entiendo (un poco tarde) que el ciclismo no es solo sinónimo de sufrimiento y miseria. El recorrido me lleva de nuevo por un trazado que redescubro realmente. Veo campos labrados, viñas, olivos, el dolmen de Txarrakadia —descubierto en 1991 y uno de los más importantes de Navarra—, veo la extensión hacia el horizonte de la pista que recorro en feliz soledad y, mentalmente, tomo nota de los lugres idóneos, en el interior de algún bosque, donde podría extender el saco y la esterilla para pasar la noche en la más absoluta de las soledades. El Gravel siempre ofrece la posibilidad de perderse para olvidarse de casi todo.

Un peregrino del Camino de Santiago, con la localidad de Zirauki al fondo.

Buscando agua con creciente desesperación, llego a Zirauki tras un centenar de kilómetros recorridos, sin duda uno de los pueblos más bellos de la comarca, ahora que puedo irar serenamente sus calles de corte medieval, un conjunto urbano que merece la pena observar sin prisa. También resulta recomendable recorrer la calzada romana de Iguste, de poco más de tres kilómetros, y el puente romano de la localidad, ubicado a la salida del pueblo en el Camino de Santiago. Además, hay donde comer y descansar. Y mucha agua. Queda poca luz cuando regreso a Villatuerta, convencido de que el área es un verdadero regalo para aquellos que desean escapar del tradicional turismo del paladar. Aquí, se saborean platos exóticos como el aislamiento o la comunión con el medio natural.

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Sobre la firma

Óscar Gogorza
Periodista especializado en actividades de montaña y escalada, escribe para EL PAÍS desde 1998. Coordina el blog 'El Montañista'. Dirigió la revista' CampoBase' durante una década y es guía de alta montaña UIAGM.
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