‘Superlópez. 1981-1988’, obra maestra con un paladín patrio contra la intolerancia

A simple vista, Superlópez podría considerarse una simple parodia del más famoso de los superhéroes, pero no se dejen llevar por las primeras impresiones. Porque Jan, uno de los grandes genios que ha dado nuestro tebeo, siguió el camino de los grandes de la Escuela Bruguera que realizaban una minuciosa autopsia de la realidad cotidiana desde la sátira más acerada.

Jan sabe que se dirige a un lector joven de 9 a 99 años y, después de que Efepé dejara los brillantes guiones más ligados al género de superhéroes de los primeros álbumes, decide fijarse en esa cotidianeidad. Los álbumes incluidos en esta saga, desde La semana más larga a La espantosa, extraña, terrífica historieta de los petisos carambanales, muestran esa inteligente mirada que es capaz de acercase al cine con la delirante La gran superproducción o a la adaptación literaria de Verne en Al centro de la Tierra. Perspectiva que le permitirá crear a los petisos carambanales, una suerte de particulares pitufos que trascienden la creación de Peyo para convertirse en pura iconografía que ha alimentado toda la creación posterior del cómic patrio, conectados en espíritu con las creaciones de Miyazaki para demostrar que todas las genialidades comparten espacio. Pero sin olvidar nunca su compromiso social, que en Los cabecicubos se articula como una contundente denuncia sin paliativos de la intolerancia que desemboca en el fascismo, por desgracia vigente y más necesaria que nunca.

Junto con abundante material de acompañamiento, la lectura de estos álbumes permite contextualizar la evolución de un autor que supo absorber influencias que iban desde Bruguera de los cincuenta al cubano Juan Padrón para convertirse en un referente absoluto de la historieta de las últimas décadas. Una obra maestra del tebeo que, a ser posible, se debe disfrutar con un café con leché y un croissant.

Superlópez (1981-1987)

Jan
Bruguera, 2025
512 páginas. 56,95 euros