Pierre Poilievre, el conservador que sucumbió al fuego amigo de Trump
Tras meses liderando las encuestas, con 25 puntos de ventaja sobre los liberales, la guerra arancelaria contra Canadá del presidente de EE UU ha tumbado sus expectativas de triunfo


Pierre Poilievre (Calgary, 1979), un populista impetuoso y experimentado perro de presa parlamentario, ha tocado durante meses el poder con la punta de los dedos, para ver desinflarse la oportunidad por culpa del político en que se inspira, Donald Trump. El líder del Partido Conservador canadiense lideraba los sondeos con una diferencia de hasta 25 puntos sobre los liberales, hasta que el presidente de EE UU arremetió contra Canadá en enero, con su guerra de aranceles y las amenazas de anexionarse el país, y la ilusión del triunfo se desinfló como una pompa de jabón. De la cohorte de políticos globales inspirados y alentados por el inquilino de la Casa Blanca, Poilievre es el único que ha encajado un penalti suyo por la escuadra.
Pese a ser un antisistema de corazón —lo es su rechazo visceral a las élites—, lleva toda la vida en política, llegando a ser el parlamentario federal más joven en décadas. Poilievre se subió a la ola de la movilización antivacunas de los camioneros que en 2022 se plantaron con sus remolques en Ottawa para protestar contra la obligatoriedad del pinchazo. Ese gesto inspiró una ferviente respuesta de miles de canadienses, que dicen que ha dado voz a quienes se sienten ignorados y burlados por la clase —la élite— política. Tras la movilización de 2022, ha procurado acercarse a cualquier acontecimiento susceptible de ser usado como dardo contra los liberales: el caos en los aeropuertos por falta de personal, la gestión de los incendios, las huelgas de funcionarios, el déficit de enfermeros o el bloqueo de los puertos, cualquiera de las numerosas señales del creciente malestar de la ciudadanía a lo largo de la última década.
Pero, conviene aclararlo, aunque su modelo político sea Trump, y su discurso prácticamente un calco, debe recordarse que los conservadores canadienses, empezando por el mismo Poilievre, están muy lejos de encajar en el fenotipo MAGA: ni son hooligans como los que asaltaron el Capitolio de EE UU en enero de 2021, ni lucen amenazantes cascos vikingos o ademanes de bisonte bramando.

Pese a frecuentar, como Trump, canales de comunicación alternativos y airados podcásters y dar de lado a los medios tradicionales, de los que desconfía profundamente, a Poilievre no se le pasa por la cabeza denigrar y aún menos demonizar a los inmigrantes, uno de los vectores del país, aunque defienda límites a su llegada. Tampoco propalar teorías conspiranoicas sobre, por ejemplo, el atropello masivo de Vancouver de este fin de semana, ni siquiera utilizarlo como munición política.
Su máximo acto de desdén antisistema fue, hace un año, llamar “chiflado” y “extremista” al entonces primer ministro Justin Trudeau, tras de lo cual fue expulsado de la Cámara al no querer retractarse. Era la primera vez en 30 años que un líder de la oposición debía abandonar el hemiciclo por haber empleado términos considerados no aptos para el debate —se discutía la propuesta de despenalización parcial de algunas drogas duras en la provincia de Columbia Británica—, lo cual dice mucho de la morigeración del país, e incluso de Poilievre: al lado de la cólera de Trump, lo suyo parecen berrinches de patio de colegio.
Como Trump, Poilievre también está casado con una extranjera, la venezolana Anaida Galindo; se opone con ardor a todo lo woke (las políticas de diversidad, igualdad e inclusión) y a lo que considera religión del cambio climático y defiende la política de mano dura contra la delincuencia. Pero, encorajinado por la ofensiva de Trump que se llevó por delante sus expectativas de victoria, reaccionó con la misma moneda: “Tendremos que tomar represalias necesariamente”.
Poilievre está al frente de su partido desde septiembre de 2022. Conocido por su estilo directo, logró poner orden en su formación y sacar rédito del descenso en la popularidad de Trudeau. Hasta que su modelo y mentor, que a menudo parece maniobrar su guiñol, tal es el grado de identificación de los mensajes, le empujó por el tobogán del desapego, directo a la bancada de la oposición de nuevo.
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