Un santuario para los supervivientes del tráfico animal en Colombia
Un tigrillo improntado, búhos mancos, un loro que se arranca las plumas, una lechuza sin ala... En el Bioparque La Reserva, a una hora de la capital, los ejemplares incautados encuentran una segunda oportunidad
A apenas 30 kilómetros del ladrillo y las prisas de Bogotá, la capital colombiana, hay un pequeño paraíso verde que concentra las representaciones de siete ecosistemas del país; desde la selva húmeda tropical hasta el bosque altoandino. Estos rincones, esparcidos en 1,5 hectáreas de terreno construido, imitan la humedad, la temperatura y los olores específicos de los diferentes territorios y también acogen a un centenar de especies decomisadas, es decir, rescatadas de mafias y traficantes.Santiago MesaUn tigrillo improntado –que se considera a sí mismo humano y no animal–, búhos mancos, un loro que se arranca las plumas, un tucán con el pico roto, una lechuza sin ala... Estos, tras el maltrato recibido, ya no podrían sobrevivir en su hábitat natural. Por eso este rincón es la segunda oportunidad para ellos. El mensaje de esta expedición educativa por la biodiversidad colombiana es contundente: la fauna y la flora están en peligro (por culpa del humano). En la imagen, el ave caracara en un ejercicio de exhibición.Santiago MesaLa Reserva es también un ambicioso proyecto educativo que aspira a enseñar a los más pequeños a cuidar la riqueza del segundo país más biodiverso del mundo. “¿Y por qué le dan de comer conejos? ¿Y los matan ustedes? ¿Y por qué cojea? ¿Puedo tocarlo? ¿Qué le hicieron los malos?”. Sombreros de exploradores puestos, crema de sol untada y botas de trecking bien atadas, los estudiantes del Victoria School que están hoy de excursión devoran a preguntas a los guías y hacen todo lo posible para guardar silencio –aunque es prácticamente imposible– para no espantar a los invitados que ven asomarse entre las ramas.Santiago Mesa