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Dios mío

Confieso que he conseguido hacer compatible la razón con la poesía, pero nunca pude unir la razón con la fe

Ángel González (izquierda) conversa con José Manuel Caballero Bonald, en la barra del Café Gijón de Madrid, en 2002.

El poeta Ángel González estaba muy orgulloso de su ateísmo. Tiene mucho mérito no creer en Dios después de haberlo visto. Lloraba en su cama, tapándose con las sábanas para no ver las heridas que la barbarie humana le había provocado, cuando una silueta luminosa se hizo presente encima de su cabeza. Sintió que era Dios, no había duda. Nunca se negó a sí mismo el privilegio de haber visto a Dios, aunque sus mejores amigos mantuvieron después que se trató de un delirio provocado por la tuberculosis, alojada ya en su cuerpo, su hambre y el recuerdo de un hermano fusilado con la bendición de la Iglesia católica. El caso es que Ángel vio a Dios, pero no pudo creer en él.

Darío Jaramillo Agudelo, poeta colombiano, también vio a Dios y mantuvo varias conversaciones con él antes de que desapareciese. La divinidad llegó hasta Darío en forma de serpiente. Todo un detalle presentarse como el demonio delante de Adán. En otras ocasiones Dios no renuncia a su grandeza. Al sentirse agua, se identifica con el río Amazonas para que los elegidos vean su hermoso poder sobre el mundo. El Amazonas tiene mucha autoridad, ya se vea desde un avión o en una barca.

El ser humano pasó de la esclavitud a la servidumbre cristiana y luego a la razón ilustrada. Confieso que yo he conseguido hacer compatible la razón con la poesía, pero nunca pude, ni siquiera en mis momentos más poéticos, unir la razón con la fe. Así que Dios es solo un conocido, un buen amigo de algunos amigos míos. Quedo con ellos para tomar una copa de vino y un poco de pan. Entonces le pregunto a Dios, ¿estás contento de ti mismo? Responde que no, se siente un pecador, no soporta todo lo malo que hay en su creación. Hablan mucho de mí, pero esto es intolerable, dice. Murmuro ¡Dios mío!, y me pongo a pensar con mis amigos creyentes en qué podemos hacer por este mundo. Cada uno en lo suyo, nos ayudamos a no caer en la tentación del clericalismo.

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