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Largas filas en Iztapalapa y un puñado de votantes en la Roma: la elección judicial divide a Ciudad de México

Ocho millones de ciudadanos estaban llamados a votar en la capital, donde se repite el nombre de Lenia Batres

primera jornada electoral del Poder Judicial
Beatriz Guillén

Rogelio Martínez se formó en la fila, junto a su hijo con discapacidad, y juntos esperaron casi una hora a que fuera su turno en la Utopía Teotongo, en Iztapalapa. Rodrigo Espinosa pasó directo, en la colonia Narvarte, de la Benito Juárez, donde votó “para generar un contrapeso”. Salieron juntos Nefi Domínguez y su hija Callie, que estuvieron durante días preparando la votación, y también Iván González y su hija Galia, que era la primera vez que participaba en una elección y le tocó una con nueve boletas y miles de candidatos. Votó María escondiéndose de sus vecinos, que la increparon por ir, pero cuyo hijo había convencido de que era importante. Trató de votar y no pudo José Luis Trujillo, que salió tan temprano de su casa en Tláhuac que todavía no abrían las casillas. Llegaron los que iban a votar solo por Lenia Batres y los que votarían a todos menos a Lenia Batres. Llevaban apuntados los números y los tribunales en papeles arrugados, en fotografías del móvil o en grupos familiares de WhatsApp. Algunos prometen que ahora sí se viene la justicia en México y otros creen que vamos directos hacia el peligro. Todos coinciden en algo: este domingo ha sido inédito.

En México, la impunidad sube del 90% y la mayoría de los delitos no se resuelve nunca. Los mexicanos colocan a los jueces como los funcionarios más corruptos solo por detrás de los policías de tránsito. En un país con un salario mínimo de 400 dólares, hay ministros que reciben limpios más de 10.000 al mes, y mantienen chófer y asesores de por vida. La justicia en México debía reformarse, conceden los entrevistados a EL PAÍS, es en el cómo donde empiezan las versiones y los caminos.

Urnas vacías en la Alcaldía Magdalena Contreras.

Este domingo casi 100 millones de mexicanos estaban llamados a las urnas, unos ocho millones en Ciudad de México. Solo participó el 13%, un porcentaje muy por debajo de lo que los sondeos calculaban y que será diferente según el Estado, la delegación o la colonia. Porque mientras las filas para votar se han multiplicado en Iztapalapa, la alcaldía más poblada de la capital y feudo de Morena, el partido en el Gobierno y promotor de esta elección, las casillas con 60 o 70 votantes en todo el día eran una realidad en la Cuauhtémoc o en Miguel Hidalgo. Más idas y venidas en el núcleo panista de la Benito Juárez, donde ha sido una jornada tranquila, pero los presidentes de casilla confiesan que no han estado parados.

Había planificadas la mitad de casillas (84.000) que en la elección pasada, pero todo espacio servía: un parking de un centro comercial en la Roma, el supermercado del ISSSTE, una esquina empedrada en la San Miguel Chapultepec, los garajes en la Narvarte o las Utopías de Iztapalapa. La gran mayoría de los puestos de votación ha empezado tarde. En el primer corte, solo el 20% se había instalado correctamente. “No llegaban los funcionarios”, explica Isela Moguel, presidenta de casilla de la Utopía Teotongo, que además era una casilla especial, que servía como centro de votación para todos los que vinieran de otras delegaciones o Estados. A primera hora, solo llegaron cuatro de los nueve funcionarios, faltaba al menos uno para que pudieran montar. “Tuvieron que ir a buscarlos hasta sus casas”, reconoce. Abrieron a las 09.50 horas, y dos horas después solo habían conseguido que votaran 57 personas. El resto, como Rogelio Martínez, aguardaba.

El hombre, de 46 años, había llegado a votar a San Miguel Teotongo porque ahí va a clase de natación su hijo. Iba todo tan lento que temía llegar tarde a la sesión, pero creía importante poder ir a las urnas: “Una voz, un voto, esto es un ejercicio y es un derecho”. Cree que la elección era una “buena idea” pero no de esta forma, porque no hubo mucha difusión de los candidatos: “Yo he ido sacando tiempo, 15 minutos, 30 minutos, en las últimas semanas, para ir buscando quiénes son, pero es todo engorroso, no he entendido muchas cosas”. “Yo tuve que meterme a internet, aunque no se me da muy bien”, apunta también Matilde Hernández, de 59 años, que está de observadora en una casilla del Cerro de la Estrella en Iztapalapa: “No se podía profundizar, porque son tantos, que ahora sí, lo que caiga”.

Matilde Hernández, observadora electoral, en una casilla del Cerro de la Estrella en Iztapalapa.

Lo farragoso del proceso se repite por toda la ciudad. Callie Domínguez, de 19 años, había estado estudiando con su padre, había entendido los criterios, había apuntado algunos nombres. Pero a la hora de la verdad, “no es tan fácil”, confiesa. “Me dieron unas boletas que no habíamos visto antes y algunos candidatos que buscaba no estaban en la lista, eran muchos, al final ya puse el que sea”, apunta la joven, que estuvo 20 minutos votando. Los presidentes de casilla calculan que cada votante ha estado, de media, unos 15. Porque en Ciudad de México, además de las seis boletas para cargos federales, había tres locales. Cada una tenía un color y, a veces, un tamaño distinto, pero en tonalidades parecidas, además de que había colores también dentro de las propias boletas, según si los juzgadores eran de materia civil, penal o istrativa. En resumen, “había muchas, muchísimas dudas”, han contado la mayoría de los presidentes de casilla.

Unas siete horas de estudio previo

Los votantes que este domingo han ido a votar en Ciudad de México han tratado de ir informados. “Casi todos los días investigaba un ratito”, apunta Erika Morales. La mayoría calcula que dedicó entre siete y ocho horas para tratar de conocer a los candidatos. Casi todos habían consultado la página del INE, que recibió hasta este domingo más de 21 millones de visitas. Después, algunos habían ido a reuniones de Morena, habían visto videos en Youtube, entrevistas en medios de comunicación, los habían seguido en redes sociales o habían confiado en lo que proponían algunos periodistas de su confianza.

Una mujer revisa un acordeón para votar en la Alcaldía Magdalena Contreras.

El nombre que más se repetía es el de Lenia Batres, la autodenominada la ministra del pueblo. La campaña, al menos, en delegaciones como Iztapalapa, ha dado resultado. En otras, como en la Benito Juárez, todo lo contrario. “Sabía bien a quién no votar para que, aunque sea mínimo, vean que no todos votamos lo mismo”, apunta Rodrigo Espinosa, que cree que la idea de la elección popular de los jueces “es buena” pero que la forma no ha sido la correcta: “Ha sido desaseada, mal hecha, sin tiempo de investigar bien, de buscar a los más expertos. Pero hay que participar, porque como ciudadanos el voto es lo único que tenemos, es muy chido criticar desde el sofá”.

La duda sobre si votar o no votar ha carcomido a los críticos de la reforma judicial. Con motivos en uno y otro lado, muchos se han quedado en casa para no “validar” una elección que derrumba el poder judicial actual. Otros, como Hugo García, cree que “no hacer nada no vale nada”: “Yo no estoy de acuerdo con esta elección, pero creo que no votar no es una forma de mostrar tu respuesta. El derecho a votar lo debemos ejercer siempre, aunque sea para estar en contra”, apunta este militante de Morena, que considera que la elección judicial es “muy peligrosa”: “Va a salir un árbitro cargado hacia una parte”. Aun así apunta también a la falta de respuesta de otros partidos: “Esta es una elección sin oposición, porque este es un país sin oposición”.

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Sobre la firma

Beatriz Guillén
Reportera de EL PAÍS en México. Cubre temas sociales, con especial atención en derechos humanos, justicia, migración y violencia contra las mujeres. Graduada en Periodismo por la Universidad de Valencia y Máster de Periodismo en EL PAÍS.
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