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‘Völkisch’: la vieja idea del nacionalismo alemán que ahora persigue al partido ultra AfD

Los servicios de inteligencia refuerzan a los partidarios de excluir a la formación al subrayar la centralidad del discurso etnicista en la extrema derecha del país

Alice Weidel y Tino Chrupalla, colíderes del partido Alternativa para Alemania (AfD), en una sesión parlamentaria el pasado jueves.
Marc Bassets

Hay algo genuinamente alemán en la ideología de Alternativa para Alemania (AfD), algo que distingue a este partido de otros de la misma familia, la de la extrema derecha europea. Es la ideología völkisch, un adjetivo que etimológicamente remite a Volk, el pueblo. La palabra, en realidad, denomina una forma particular de nacionalismo étnico que se origina en algunas corrientes del romanticismo y la filosofía idealista de principios del siglo XIX, alcanza su apogeo con el nacionalsocialismo y pervive hasta el siglo XXI.

Lo völkisch constituye el núcleo ideológico de AfD, según el dictamen de más de 1.000 páginas que ha servido a los servicios de inteligencia doméstica para calificar a la formación, oficialmente, de “extremista de derecha”. Después de las elecciones del 23 de febrero, AfD se convirtió en el segundo partido más votado y con más escaños de Alemania, y en la primera fuerza de oposición al Gobierno de democristianos y socialdemócratas.

La calificación como “extremista de derecha” ha quedado en suspenso hasta que un tribunal de Colonia resuelva un recurso del partido, cuyos dirigentes denuncian un “golpe grave contra la democracia” Pero puede complicar las cosas a los funcionarios públicos que militen en él y ha relanzado las peticiones para que se ilegalice por atentar contra la Constitución.

La discusión sobre lo völkisch “no es solo simbólica”, escribe la publicación Correctiv, que a principios de 2024 reveló una reunión secreta en la que de la extrema derecha alemana estudiaron planes para la expulsión masiva de extranjeros. No es un debate meramente histórico o filológico. Se sitúa en el centro de las pugnas internas de AfD, más fuerte que nunca en el Parlamento y en la sociedad, pero marginado por el resto de partidos. En gran parte, debido a la ideología etnonacionalista que los servicios de inteligencia ven en sus declaraciones y su programa.

“Para nuestra valoración es decisiva la idea del pueblo de AfD, basada en los orígenes étnicos, que devalúa grupos de población enteros en Alemania y viola su dignidad humana”, justificó a principios de mayo, al anunciar la decisión de calificar el partido como “extremista de derechas”, la Oficina Federal para la Protección de la Constitución, el nombre de los servicios de inteligencia doméstica alemanes. Esta idea étnico-racial del pueblo, añadía, “no es compatible con el orden fundamental democrático y liberal”.

Identidad nacional con base racial

Lo característico del movimiento völkisch, cuando surge hace dos siglos, es que defiende una identidad nacional para los alemanes cuando Alemania no existía aún como Estado, “pero no es una identidad con una base cultural, sino también racial”, explica al teléfono, desde Dresde, el historiador Justus H. Ulbricht, estudioso de referencia de esta época y estos movimientos. “Es un movimiento casi sin excepción antisemita, antibolchevique a partir de principios del siglo XX, y que trata de salvar y desarrollar la sustancia física, racial del pueblo alemán”, explica Ulbricht, coeditor del exhaustivo Handbuch zur ‘Völksischen Bewegung’, 1871-1918 (Manual sobre el movimiento völkisch).

También es un movimiento ―más protestante que católico― que inventa, en aquellos años, una religiosidad sustitutiva del cristianismo, al que rechaza por su parentesco con el judaísmo, y se inspira en la mitología germana. Recuerda el historiador un eslogan de entonces: “Contra Judá y contra Roma, construyamos la catedral de Germania”. Curiosamente, los nazis mantenían una relación ambivalente con lo völkisch: a la vez lo integraron, su ideología era coincidente y destacados nazis se identificaban plenamente con esta tradición, pero, como explica Ulbricht, lo veían como demasiado apolítico, pues no estaba centrado, como ellos, en la conquista del poder y la fundación de un nuevo Estado.

La “idea del pueblo basada en los orígenes étnicos” de la que hablan los servicios de inteligencia también entronca, según el experto Alexander Aichele, con una corriente filosófica que arranca en Johann Gottlieb Fichte (1762-1814), uno de los padres del idealismo alemán y autor, entre otros, de los Discursos a la nación alemana. Para Fichte, la palabra alemán no significaba otra cosa, etimológicamente, que pueblo o relativo al pueblo (völkisch), según Aichele, autor de Deutsch denken. Die Philosophie der neuen Rechten (Pensar alemán. La filosofía de la nueva derecha), donde traza la genealogía de esta corriente de pensamiento desde Fichte a los ideólogos de AfD.

“Para Fichte, el pueblo, y ante todo el pueblo alemán, es algo cerrado, casi hermético, determinado por su procedencia geográfica, su origen y su lengua”, explica Aichele en un correo electrónico. Para este estudioso, es este carácter hermético del pueblo lo que caracteriza el concepto de völkisch desde Fichte a la actual extrema derecha, y pasando por los nazis. Hermético, señala, significa que “todos, excepto los de la comunidad nacional alemana determinada por el origen, el nacimiento y la lengua (...) son excluidos y, como seres humanos, considerados inferiores”. “Naturalmente”, apostilla, “todo esto es un espantoso sinsentido”, pero un “sinsentido” que ha influido a lo largo de los siglos.

Fichte no es una anécdota ni un antecedente remoto. En una entrevista durante la última campaña electoral a la revista estadounidense The American Conservative, la candidata de AfD, Alice Weidel, decía: “Los alemanes somos un pueblo derrotado”. Y citaba al filósofo: “Quien haya perdido su independencia ha perdido al mismo tiempo la capacidad de intervenir en el flujo del tiempo y de determinar con libertad su contenido’, como dijo el filósofo alemán Johann Gottlieb Fichte. Estas personas ‘ya no poseen un tiempo propio, sino que cuentan los años de acuerdo con los acontecimientos y periodos de las naciones e imperios extranjeros”.

La cita de Fichte hay que entenderla en el contexto de la derrota prusiana ante Napoleón y la ocupación sa. Con ella, según Aichele, “la señora Weidel quiere establecer un paralelismo entre este periodo de dominación extranjera en Alemania y la actualidad para sugerir que Alemania tampoco es capaz hoy de determinar su propio destino y está sometida a una dominación extranjera”.

Cuando la Oficina Federal para la Protección de la Constitución habla de völkisch, se remite a esta tradición, aunque esto no significa que se repitan todos los elementos. Justus H. Ulbricht señala que en AfD coexisten una parte tradicionalmente conservadora, a la derecha de los democristianos, y otra más völkisch: la que pone el acento en la denuncia de la “islamización de Occidente” o la retórica sobre la “re-emigración”. Es decir, la expulsión de los inmigrantes, que en algunos discurso de la extrema derecha incluye a alemanes con orígenes extranjeros. “Esto”, observa el historiador, “son ideas que podrían haberse visto en el siglo XIX”.

No todos los votantes de AfD lo hacen motivados por la retórica etnonacionalista, pero esta retórica y estas propuestas son centrales en su ideología, según los servicios de inteligencia. Y es lo que ha llevado a algunos políticos de este partido a marcar distancias porque se dan cuenta de que, por muchos éxitos electorales que cosechen, siguen sometidos al cordón sanitario. Esta misma semana lo ha comprobado en el Bundestag. Como primer partido de oposición, tenían derecho a presidir varias comisiones parlamentarias, pero el resto de partidos votaron en contra y se quedaron fuera. Saben que lo völkisch y todo lo que acarrea es más que una palabra: tiene un coste. Si no electoral, sí a la hora de tocar poder.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en Berlín y antes lo fue en París y Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).
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