La política española suspende en diversidad desde hace casi 30 años
Los inmigrantes están mucho menos presentes en los parlamentos que en la sociedad, y en eso España va muy por detrás de otros países europeos. Un nuevo estudio mide ese desfase


En las tres décadas que separan 1993 de 2023, casi 4.000 diputados tomaron posesión de su escaño en España. Pero, de todos, solo 45 fueron inmigrantes. Mientras que por la calle se veía cada vez con más frecuencia a extranjeros, en los parlamentos y los ayuntamientos eran la excepción.
Y lo siguen siendo. En la penúltima legislatura, la que acabó hace dos años, solo el 1,7% del hemiciclo del Congreso estuvo ocupado por inmigrantes de primera generación —nacido fuera de España— o de segunda —hijo de extranjero—. Para entonces, en el conjunto de la sociedad, solo las personas de primera generación ya alcanzaban el 15,5%.
Un nuevo estudio, La diversidad en la política española, ha medido ese desfase entre la realidad de la sociedad y de las instituciones que la representan, y ha comprobado que la proporción de diputados de origen inmigrante no solo es insignificante, sino que apenas ha subido un punto porcentual desde los ya lejanos noventa. En eso, España es la rara en comparación con otros países europeos destinos claros de la inmigración, como Alemania, Reino Unido, Países Bajos y Suiza, donde la presencia en los parlamentos ha ido más acompasada con el censo.
Y no es que los españoles discriminen más a los inmigrantes que en otros países. “El electorado español es uno de los más tolerantes con respecto a la diversidad y la integración”, precisa Laura Morales, del CSIC-IPP y del Centro de Estudios Europeos y Política Comparada de Sciences Po (París), coautora del estudio junto a Carles Pamies. Además, “una buena parte de la población migrante es latinoamericana, con niveles altos de integración”, así que su presencia en las instituciones debería ser mucho mayor, insiste la experta del proyecto de investigación Repchance.
Aunque no hay una causa única de ese desajuste entre el censo y los hemiciclos, sí operan mecanismos claros de exclusión. Uno de ellos, en pleno debate fragoroso sobre la migración, es que los partidos teman que llevar candidatos inmigrantes les vaya a hacer perder votos. O que se priorice fichar a personas con licenciatura, algo menos frecuente en personas de clases populares, a las que pertenecen buena parte de los inmigrantes. O que primen que las listas locales o provinciales estén compuestas por personas que son ‘de aquí de siempre’.
“Tú no tienes cara de inmigrante”
En su trabajo de análisis, Laura Morales ha detectado casos como los de una política de origen venezolano a la que Ciudadanos rechazó como candidata para encabezar el cartel por “no ser suficientemente logroñesa”. Pero esta discriminación a veces toma un cariz contrario, casi paradójico; se le reprocha a un inmigrante que no lo sea “visiblemente”. Es decir, que aunque haya nacido fuera, sus rasgos físicos no se distingan de los más frecuentes en España. La uruguaya Ana Surra, que fue fichada para diputada y senadora por ERC y terminó dejando el partido, asegura que un adversario dentro de su ya exformación llegó a afeárselo con un “tú no tienes cara de inmigrante”.

Tras esas palabras se puede esconder una práctica política espuria. El partido escoge a un migrante para vender que es una formación inclusiva, pero solo lo hace de cara a la galería: luego, a ese político-inmigrante-reclamo no le da ningún poder de acción real. “Es muy frecuente en España”, subraya la autora del informe acerca de una treta que busca que los carteles electorales luzcan como coloridos catálogos de Pantone o anuncios ochenteros de Benetton; pero, detrás de la fachada, poco o nada. Esta táctica bienqueda tiene un nombre: tokenización. De hecho el estudio constata que los inmigrantes tienen menos probabilidades de formar parte de comisiones o puestos de mayor relevancia.
Denuncia también tokenización quien fue el primer alcalde musulmán de Cataluña, Omar Noumri, que preside el consistorio de Castelló de Farfanya (Lleida, 543 habitantes). Nacido hace 33 años en Argelia, hijo de argelino y de española, su familia salió huyendo de la guerra civil que asoló en los noventa el país después de que su padre, funcionario, viera la cabeza cortada de un compañero colgada en su ayuntamiento. Noumri había mamado el socialismo panarabista en casa, pero probó suerte primero en las filas conservadoras de las juventudes de la extinta Convergència (“me encontré miradas raras” y mucha “gente de la casta política catalana”) y después en ERC, por cuyas listas municipales concurrió. “En 2017, con el procés, hubo un interés de ensanchar la base del independentismo”, detalla el republicano.

Y en esa afirmación sobre los años del procés coincide con su excompañera de filas Surra, a la que ERC fichó tras destacarse como activista en Sí, amb Nosaltres, una plataforma de extranjeros favorables al “derecho a decidir”. Cuantos más adeptos a la independencia, mejor, daban igual colores de piel y lenguas maternas.
Sin embargo, finiquitado el proceso independentista, las tornas cambiaron. “En 2023 decayeron muchos antiguos candidatos inmigrantes porque nacen otros movimientos independentistas que reclaman lo contrario, la ‘Cataluña para los catalanes’, como Aliança Catalana”, explica Noumri, que también preside la asociación que agrupa a los 540 municipios de su comunidad con menos de 2.000 habitantes. Lamenta que ese cambio en el debate público, en el que muchos hablan ya más contra la inmigración que a favor de la independencia, ha podido terminar contaminando incluso a una formación de izquierdas como ERC.
“Tres de las cuatro personas de origen inmigrante que he entrevistado de ERC afirman que el partido está dando pasos hacia atrás desde las elecciones de 2023”, constata la autora del estudio. Detrás se bate la competición “con Junts, que a su vez se ha movido a posiciones más críticas en diversidad cultural y religiosa fruto de la competición con Aliança Catalana”, explica.
Sea como sea, en el Congreso, con los números incontestables de estos 30 años delante, las izquierdas y derechas no se distinguen apenas: ambas sacan malas notas en diversidad. Los inmigrantes están “considerablemente infrarrepresentados, independientemente de la ideología del partido”, concluye el estudio.
¿Qué hay detrás de esta escasa representación? “Los partidos tienen un déficit de búsqueda de afiliados de manera proactiva y no se acercan a estas nuevas poblaciones”, incide Morales. Un inhabitual ejemplo, en sentido contrario, es el del PP madrileño, que hace años creó el grupo Nuevos Madrileños como manera de atraer a sus filas a la enorme comunidad de latinoamericanos de la Comunidad, uno de cada siete habitantes.
Orlando Chacón, de 48 años, se trajo intacto a España hace 27 años su enorme interés por la política. Este economista “madrileño de Colombia” preside el PP del distrito de Villaverde y es el concejal-presidente de una de las zonas más multiculturales de la capital. Y no siente “tener techo político” por el hecho de su origen extranjero: “No tengo ese complejo. Al igual que españoles de nacimiento he llegado a ser dos veces concejal y una vez diputado”. Tampoco se ha sentido encasillada en el papel de política-inmigrante una correligionaria, Janette Novo (54 años), abogada hispanocubana que llegó a España en 1997 y es portavoz popular en Rivas Vaciamadrid: “Mi carrera no ha tenido nada que la diferencie de la del resto de cargos electos de origen no extranjero”, afirma. Alguna vez puntual, en su etapa de diputada autonómica, se lo temió, pero fue una falsa alarma: “El grupo parlamentario popular registró una moción sobre los derechos humanos en Cuba y yo me dije: ‘Seguro que me la dan a mí’, pero se la asignaron [finalmente] a una compañera”.

A Omar Lamín, diputado socialista en el Parlament balear, a quien llamó para la política la expresidenta Francina Armengol, su partido, ahora en la oposición, le ha encargado cuestiones de todo tipo, como las de memoria democrática. Lamín nació en los campamentos saharauis en Tinduf (Argelia) hace 36 años y a finales de los noventa fue acogido por una familia mallorquina. “Nací y moriré siendo migrante y refugiado, pero a la vez soy supermallorquín”, recalca. Cuenta que en efecto se siente uno más en su pueblo, Santa Margalida (Mallorca, 13.757 habitantes), pero también se sabe la excepción porque en su tierra hay muchos inmigrantes a los que interesaría interesarse por la política, pero no lo hacen. “Cuando llegas a un país nuevo, tu máxima es trabajo y papeles, y es comprensible que sea así”. En su labor de politización de extranjeros dice enfrentarse al hecho de que muchos inmigrantes entienden socialismo no como sinónimo de socialdemocracia (a la europea), sino como de bolivarianismo o populismo de izquierdas (a la latinoamericana).
“No se ha abierto un debate como con las mujeres”
Pero ¿por qué es mejor que sean inmigrantes los que representen los intereses de los inmigrantes? “Ya no nos plantearíamos esta misma pregunta si habláramos de las mujeres o los jóvenes. Que no estén en puestos de representación supone que están excluidos de donde se toman las decisiones que les afectan”, responde crítica la experta Laura Morales. Sin los inmigrantes se pierde visión a la hora de producir las leyes que los atañen directamente. “Una persona que ha pasado, por ejemplo, por una situación de irregularidad istrativa puede recaer en detalles en los que no reparen los diputados y los técnicos que no tienen ese bagaje”, pone por caso.
Otro ejemplo, pero de carne y hueso, es el de la salvadoreña Carolina Elías, de 48 años. Abogada de profesión, en España no pudo ejercer por no tener homologado el título. Trabajó como limpiadora para pagarse los estudios y terminó dirigiendo Servicio Doméstico Activo (Sedoac), una plataforma en defensa de la igualdad de derechos de esas empleadas, muchas inmigrantes, desde la que alcanzó cierto renombre como activista. Un partido de izquierdas intentó echarle el guante para sus listas, pero se negó: “Ofrecían ir al cierre de la lista, y dije que no”. Luego, otro, Más Madrid, la incluyó para las del Ayuntamiento de la capital. Ahora es concejala y quiere seguir en política. “Viendo la reacción de que hay (desde la derecha) hacia una racializada me lleva a pensar que tengo que abrir puertas, no quiero ser la migrante de turno”, asegura. Ella sí reconoce tener techo: “Que los partidos se planteen un alcalde o alcaldesa de origen extranjero de origen es imposible”.
Todos los entrevistados para este reportaje coinciden en que hacen falta más inmigrantes en política. “Al contrario de lo que ocurrió con la inclusión de las mujeres [en la política], en España no se ha abierto un debate sobre la de inmigrantes”, algo que sí ha sucedido en los países con los que se ha comparado a España en el estudio, detalla la investigadora Laura Morales. “Y, si no se hace algo proactivamente, se tiende a que la política la ocupen más los ‘españoles de toda la vida”.
Los populares Orlando Chacón y Janette Novo creen que los migrantes deben incorporarse a la cosa pública por méritos, no por cuotas. Carolina Elías (Más Madrid) opina que deben estar presentes en las listas en parecida proporción a la vida real, sin listas cremallera pero sí en puestos donde puedan actuar luego. El socialista Omar Lamín aboga por favorecer la presencia de migrantes sin imposiciones, pero el republicano Omar Noumri se queja de que “la meritocracia no funciona en los partidos, especialmente con las personas de origen diverso”.
En materia de integración política de los inmigrantes caben incluso desigualdades internas. Trae una a cuento la belga Martine Mertens, concejala del PSOE de l’Alfàs del Pi (Alicante, con más de la mitad de sus 20.160 habitantes, extranjeros), donde lleva precisamente la cartera de residentes extranjeros. Como nacional de un país de la UE, puede votar y ser elegida en municipales. Pero no puede optar a la nacionalidad española sin renunciar a la suya natal, cuando la doble nacionalidad sí que le está reconocida a varios países hispanoamericanos. Por eso no puede votar ni presentarse para el Congreso del país en el que lleva “34 años pagando impuestos”. Ser europea y blanca no la libra de los techos de cristal.
Solo 17 caras distintas
Estas son otras de las conclusiones del estudio La diversidad en la política española. Mecanismos que favorecen y obstaculizan la inclusión de minorías en puestos de representación política, de Laura Morales y Carles Pamies, con la participación de Sciences Po, el CNRS francés y el Instituto de Políticas y Bienes Públicos-CSIC):
17 caras en 30 años. Aunque ha habido 45 escaños ocupados por inmigrantes desde 1993 a 2023, solo se sentaron en ellos 17 personas distintas, porque varias repitieron mandato.
Un tímido cambio desde hace unos años. Aunque la proporción apenas haya cambiado en tres décadas, sí que ha aumentado la de inmigrantes de primera generación frente a los de segunda. Desde 2016 se detecta mayor presencia de políticos que no nacieron en España (frente a la de hijos de inmigrantes). Y también de políticos que visiblemente son de origen inmigrante por sus rasgos frente a otros que lo son, aunque no tengan rasgos diferenciables o nombres extranjeros.
Se vota por ideología, sobre todo. La prioridad —en general para todos los votantes, sean migrantes o no— es votar sobre todo por cercanía ideológica. Los inmigrantes no dan prioridad a que sea otro inmigrante quien los represente, de manera parecida al hecho de que las mujeres tampoco priorizan votar mujeres, ni los jóvenes a otros jóvenes. Eso sí, si a los migrantes se les da a elegir entre dos listas distintas de su mismo partido, escogerían la que se parece más a ellos, destaca la autora del estudio, Laura Morales.
Rasgos visibles. Las personas con rasgos visibles de ser inmigrantes son reclutadas con más frecuencia por invitación personal de un partido que los que no tienen esos rasgos.
Ser mujer no es desventaja. Dentro de que son pocos diputados migrantes, ser mujer no supone una desventaja añadida: el porcentaje de diputadas inmigrantes ha sido normalmente superior que el de mujeres no inmigrantes. Pero ser joven sí que juega en contra. Apenas hay menores de 30 años.
Más población migrante en un territorio no es igual a que haya más políticos migrantes. Que haya mayor concentración de inmigrantes en una región determinada no es el factor más determinante para que ese territorio cuente con más políticos migrantes.
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