Frente a la precariedad musical, emprendimiento cultural
La incubadora de la Escuela Superior de Música Reina Sofía prepara a los músicos para emprender e impulsa proyectos que sirvan para dar estabilidad al sector


Corría el año 1990 cuando Golpes Bajos, un grupo surgido en Vigo al tiempo que España celebraba su mundial de fútbol, popularizó la canción Malos tiempos para la lírica. Hoy, 35 años después, la precaria situación de los artistas y del sector musical en España hace que quepa preguntarse si acaso no puede afirmarse algo similar: hasta el 57 % de los artistas musicales tienen ingresos anuales por debajo del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), y un 75 % no supera los 30.000 euros, según el estudio presentado por AIE (Artistas, Intérpretes y Ejecutantes) en junio de 2024. La temporalidad en el sector ha crecido un 69,6 % desde 2019, con un 47% de trabajadores con contrato temporal y un predominio abrumador (77%) de contrataciones por días de actuación.
La situación no es sencilla, y se antoja incluso más complicada en el ámbito de la música clásica, al tener que afrontar además una cierta desconexión respecto a los gustos actuales de la sociedad. De acuerdo con el informe Los sectores culturales y creativos en España, presentado por la Fundación Cotec la semana pasada, el 69 % de las sociedades en los sectores culturales y creativos no tienen asalariados, lo que indica que operan mediante profesionales autónomos o freelancers. Un porcentaje que es muy superior al de la media nacional: si los trabajadores autónomos representan casi un 16 % del total de personas ocupadas, en el caso de los músicos estos superan el 31 %, y la pervivencia media de una empresa cultural no supera los tres años.
Es en este difícil contexto en el que se enmarca la creación, por parte de la Escuela Superior de Música Reina Sofía, de una incubadora para el emprendimiento musical que pretende ayudar a paliar esta delicada situación y mejorar la escasa seguridad laboral del sector. “La mayoría de los artistas tienen otras fuentes de ingresos para poder financiarse. O sea, tú puedes ser músico y tocar o cantar de maravilla, pero para sobrevivir trabajas además en un banco o en un supermercado”, afirma Julia Sánchez, directora general de la escuela. “Además, el sistema de protección social que tienen es muy limitado: en Francia, por ejemplo, tienen una cierta cobertura por desempleo, y en Alemania a los artistas se les ayuda con la sanidad y aportaciones a los planes de pensiones”, algo que, sostiene, no sucede en España.
Una oportunidad para el emprendimiento cultural
De la necesidad, virtud, dice el refrán. Por eso desde el prestigioso centro académico se quiso ver esta situación también como una oportunidad para desarrollar y fortalecer iniciativas de emprendimiento cultural, de manera que los músicos se formen en habilidades de gestión, emprendimiento, marketing digital y modelo de negocio, entre muchos otros aspectos, y favorecer así que sean más dueños de su propia carrera y puedan crear (y mantener en el tiempo) proyectos propios.
“Vemos que hay una oportunidad muy importante para explicar la relevancia social y el poder transformador que tiene la música, que va mucho más allá del simple entretenimiento. La propia Unesco ha afirmado que la música es un bien esencial y de primera necesidad que debería estar protegido por la Constitución”, añade Sánchez. Pero ¿cuál es el valor de la música? “Yo puedo ir a un concierto y disfruto, pero también puede tener un fin social, a través de la musicoterapia en los hospitales, o como instrumento de integración social, ya que la educación musical es un buen eje vertebrador en políticas contra la pobreza y la exclusión. Así se ve en iniciativas como El Sistema del maestro Abreu, en Venezuela, o Acción por la Música en España: los niños, en vez de estar en la calle o sin el amparo de sus padres, participan en proyectos artísticos que fomentan el trabajo en equipo, la inclusión, la disciplina y la autoestima”. Y luego, en el marco institucional, se puede reforzar también la importancia de la música: “Hemos hablado del Estatuto del Artista, y estamos mejorando la ley de enseñanzas artísticas superiores”, explica la rectora.
La Incubadora de la Escuela Superior de Música Reina Sofía lleva funcionando apenas un curso académico, pero surge como extensión del Programa de Emprendimiento e Innovación Social que el propio centro creó en 2016. Ahora, además de formar a los músicos en competencias de gestión, se decidió apoyar proyectos concretos (tres, en una primera edición) con formación, mentoría, 5.000 euros de financiación y oportunidades de networking. El objetivo es abrir paso a otras salidas que no sean las tradicionales, que estas sean escalables y que, poco a poco, se pueda crear un ecosistema de proyectos en el mundo cultural que empodere a los músicos. Que estos pasen de buscadores a creadores de empleo y que, de paso, se anime a otras instituciones a impulsar iniciativas similares a la de la escuela.
Tres proyectos incubados
Los tres emprendimientos impulsados en esta primera edición, que comenzó en septiembre de 2024, son Ópera Urbana, de la soprano colombiana (pero afincada en Madrid) Vanessa Cera; la Academia de Cuerdas Caracas, de la Adriana Vírguez (viola); y Shakata Ensemble, de la violinista israelí Mai Choma, una iniciativa con la que pretende integrar, de forma interactiva, géneros como el blues, jazz o rock y conectarlo con empresas y colegios. Todos ellos, tras ser seleccionados por un comité de expertos, recibieron tutorías personalizadas y una mentorización que les sirvió para cultivar competencias y habilidades clave para el correcto desarrollo de sus proyectos.
“Los músicos están bastante acostumbrados a pensar solo en la dimensión artística. Pero, para que un proyecto empresarial sea viable, tienes que pensar en la propuesta de valor”, recuerda Sánchez: hay que definir lo que se va a hacer, la necesidad que se quiere cubrir y a qué público se va a llegar, trabajando todas las dimensiones necesarias, desde el modelo de negocio (cómo lo vas a financiar) a los canales de comunicación que vas a usar y las alianzas que tienes que establecer. “Lo difícil, a la hora de ofrecerles un asesoramiento personalizado, fue encontrar perfiles híbridos, que entiendan la mentalidad artística e incorporen la dimensión empresarial”, añade la directora de Reina Sofía.
Una ópera para nuevos públicos
Lo cierto es que Ópera Urbana, el proyecto de la soprano Vanessa Cera, existe gracias a la pandemia. “Cuando volví de Colombia, no tenía un peso y ya me había graduado del máster. Y yo decía: “Dios mío, ¿qué voy a hacer?” Ya habían empezado a dejarnos salir, pero los teatros aún estaban cerrados. En algo tenía que pensar para subsistir, así que empecé a hacer pequeños conciertos en cafés que quedaban alrededor de mi casa, a los que invitaba a varios amigos, colegas y tenores que cantaban en todos esos teatros pero que entonces, como yo, no tenían nada”. Y de ahí surgió la idea.
Pero ¿en qué consiste Ópera Urbana? “Lo que busca es acercar a los jóvenes a la ópera. Que deje de ser un estigma, y que no piensen que se trata de algo aburrido e inaccesible”, explica. Un proyecto que le hace mucha ilusión porque, añade, “siempre he pensado que la ópera necesita un refresh, ¿no? Mimetizarse con la estética y los gustos de la actualidad, con los influencers, las redes sociales, la moda, el mundo queer, el feminismo, la diversidad... La ópera es muy cercana a la actualidad, pero muchas personas no lo saben". Para muestra, dos ejemplos: en la ópera Pagliacci, de Leoncavallo, se trata la violencia de género a través de Netta, una mujer que termina siendo asesinada por su esposo porque se enamora de otro chico y su marido no quiere que ella esté con nadie más. “Y en Carmen, de Bizet, vemos la historia de una mujer muy adelantada a su tiempo. Habla de una mujer fuerte, transgresora, que decide no estar con un hombre y, cuando este no lo puede aceptar, decide matarla simplemente porque ella no le ama”.
La intención de Cera es mantener la esencia musical de la ópera mientras la combina con otras artes como la moda, el teatro y una temática de actualidad. Con el proyecto que está ahora en la incubadora, ya han desarrollado tres conciertos: Abnegadas y rebeldes, en el que hablan de feminismo; Latin Ópera Fusion, en el que se fusionan temáticas operísticas con otras de la música latinoamericana; y, muy recientemente, Ópera in Vogue, una mezcla entre alta costura, moda y mundo queer. Actuaciones que han atraído a un público, en general, no conocedor de la ópera, “de entre 23 y 50 años aproximadamente, que es al que siempre he querido apuntar, porque está un poco olvidado, ya que siempre hay iniciativas para niños y para gente mayor, que es la que normalmente va a los teatros”.
Participar en la incubadora le dio a Cera la oportunidad de aprender a manejar todo el lado istrativo de su emprendimiento, como generar un modelo Canvas [una herramienta visual clave para describir, diseñar y comunicar modelos de negocio de forma clara y concisa] o trabajar aspectos como el diseño gráfico y las relaciones públicas. “Como creativa, siempre ha sido todo muy fluido: yo me imagino cosas y las hago ¿no? Pero necesitaba un poco de orden respecto a los números y para proyectar y dar sostenibilidad al proyecto. La incubadora me ha dado esa estructura mucho más empresarial“, cuenta.
Una academia de cuerdas itinerante
En 2019, Venezuela estaba saliendo de un periodo especialmente duro de crisis económica. En ese momento Adriana Vírguez (viola), exalumna de la Escuela Reina Sofía, y María Fernanda Montero (violinista), decidieron organizar un curso de verano para estudiantes de todas las edades y de todo el país, en el que compartieran con los jóvenes lo que ellas vivieron cuando estaban estudiando, una formación integral que va más allá de lo musical y que les enseñara también a posicionar su cuerpo, a conocer la vida del músico, preparar una audición, saber cómo vestirse e incluso cómo hablar en las entrevistas que tuvieran. Una experiencia exitosa que tuvo que superar dos años de modalidad online, debido a la pandemia, y de la que saldría la idea de su propio emprendimiento, la Academia de Cuerdas Caracas, con la que accedieron al programa de la incubadora.

“Yo creo que ya hemos atendido a más de 350 jóvenes de todo el país. Hay que tener en cuenta que, a raíz de la crisis, hay muchos maestros profesores, profesionales que se han ido del país, y eso hizo que muchos jóvenes que viven alejados de la capital se hayan quedado sin profesor. Y claro, ellos están con verdaderas ansias de aprender. No sé por qué, pero en Venezuela confluyen una serie de circunstancias que hacen que haya verdadera pasión por la música”, comparte durante una entrevista por videoconferencia. Y en la conversación vuelve a surgir, cómo no, la orquesta juvenil fundada por José Antonio Abreu.
Cuando llegaron a la incubadora, tenían ya cinco cursos hechos, y poco a poco habían descubierto qué hacer y qué no. Y aprendieron a organizarse mejor; a “vender el proyecto”; a organizar su presupuesto y buscar patrocinios; y a manejar su presencia en las redes sociales e incluso en internet, porque no tenían web propia (ahora está en construcción).
“Entonces se nos ocurrió que la academia podía viajar a distintas regiones del país que carecen de profesores pero que cuentan con una población estudiantil musical. Gracias a la beca que recibimos pudimos ir a Valencia, en el estado de Carabobo, que queda como a 250 kilómetros de Caracas”, recuerda. Allí dieron clases magistrales a más de medio centenar de jóvenes en un solo día. “Fue muy rápido, pero fue la primera itinerante que hicimos; la idea es seguir visitando las distintas áreas alejadas de Caracas, y llevarles no solo las clases magistrales e individuales, sino también conciertos nuestros y de otros docentes que vayan con nosotras”.
Al final de cada curso, Vírguez y Montero organizan un concierto que sirve especialmente para acercar a sus alumnos a la música de cámara, de manera que tengan una referencia distinta a la de las músicas orquestrales, un área con mucho movimiento en Venezuela. Ahora, con el apoyo de la Escuela, esperan poder dar estabilidad y crecimiento a su proyecto, “saber qué hacer y hacia dónde ir, y cómo hacerlo”. Todo para no olvidar, como dice la Unesco, que la música es un bien esencial de primera necesidad.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad , así podrás añadir otro . Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
