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La red eléctrica europea necesita invertir decenas de miles de millones al año para sostener el despliegue de renovables

Bruselas calcula que la UE precisa una inversión de cerca de 600.000 millones esta década

Cercanías de la central eléctrica de Blayais, a 50 kilómetros de Burdeos (Francia).
Manuel V. Gómez

“Todavía no tenemos una auténtica Unión de la Energía”. Hace apenas dos meses, la propia Comisión Europea escribía esta frase en su plan para la energía asequible. La afirmación se ve día a día en un hecho que muestra cómo, por ejemplo, en la electricidad existe un mercado segmentado con precios que no convergen. Deberían, según la teoría económica. En cambio, no es difícil comprobar cómo hay zonas de la UE que pagan un día el megavatio por encima de los 130 euros la hora y otras que pagan 10. Hay carencias que lo impiden la convergencia: regulaciones nacionales, fiscalidad... Pero destaca una de especial importancia. Hacen falta más redes y más modernas, y por supuesto mucho dinero para eso.

Las cifras que se manejan para alcanzar un mallado eléctrico por todo el continente que ayude a conformar ese mercado único y, sobre todo, sirva para la transición hacia una economía descarbonizada marean. La Comisión habla de 584.000 millones solo en esta década. Otros cálculos elevan aún más la factura. ENTSO-e, la asociación europea que agrupa a los operadores eléctricos como Red Eléctrica, habla de 96.000 millones al año en las próximas décadas. Para buscar remedio, Bruselas tiene la intención de presentar, como muy tarde a comienzos de 2026, un plan con ese fin.

Esa inversión es necesaria en redes y almacenamiento por varios motivos. Hay un motivo económico, por ejemplo: ENTSO-e apuntaba a un ahorro anual de más de 38.000 millones solo si se desplegaban las infraestructuras que cruzan fronteras. Se puede añadir el geopolítico: Europa está lejísimos de disponer de todo el combustible fósil que precisan sus necesidades energéticas, así que desarrollar las fuentes renovables reduce sus importaciones y contribuye a su seguridad y autonomía. Dos eurodiputados de la Comisión de Energía, el socialista español Nicolás González Casares y el alemán de Los Verdes Michael Bloss, empiezan por ahí su defensa de la inversión en redes y las renovables, que con el apagón en la península Ibérica están en el centro del debate. “La transición energética verde nos libera de riesgos energéticos vinculados a las importaciones de combustibles fósiles de regímenes autocráticos”, apunta el germano.

Falta de integración

Esa transición verde debe hacerse de la mano de un gran aumento de la demanda de electricidad en los próximos años. Lograr la descarbonización de la economía pasa por que la mayoría de la energía que se consuma en el futuro sea de este tipo y no venga de combustibles fósiles: los coches y calefacciones eléctricas lo requerirán. Y el otro es que las energías renovables, con centros de producción más descentralizados y con más volatilidad, lo exigen. “En los Estados que ya han alcanzado altos niveles de electricidad renovable, entre ellos Alemania, Países Bajos y España, la falta de inversión en redes [...] está provocando un círculo vicioso que amenaza el rápido crecimiento de la capacidad renovable”, explica en un informe Christopher Jones, investigador del Instituto Europeo de Florencia. De estas palabras de Jones se puede concluir que la inversión en la generación a través de energías renovables ha ido más rápida que la que hace falta para su distribución.

“Nos estamos quedando cortos en infraestructura”, apunta Natalia Fabra, profesora de la Universidad Carlos III de Madrid experta en Energía. “Hay diferencias [en precios] porque nos falta esa estructura que integre los mercados entre países. La energía no es solo generación”, añade. Las palabras de Fabra, consejera de Enagás, también exponen una de esas carencias que lastran la unidad de mercado y la complementariedad de los mixes energéticos: la falta de interconexiones transfronterizas en zonas localizadas de la UE.

Desde luego una de esas zonas es la península Ibérica, donde el apagón del lunes volvió a poner de manifiesto ―sin ser la causa del cero energético― que una mayor interconexión con Francia podría haber aportado más al restablecimiento de la red. Poco más se puede decir por ahora de este capítulo y las interconexiones ante las muchas incógnitas que persisten. Pero hay más. En los propios informes de la UE se apunta a los mares del norte de Europa, a las conexiones de los países bálticos con países como Alemania o Polonia y la región del sureste europeo. En total, se apunta que en 2030 debería haber un incremento en redes transfronterizas de 88 gigavatios, casi seis veces más que los 15 gigavatios que, según dijo el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, “desaparecieron del sistema” provocando el apagón.

Inversiones menos “glamurosas”

“Las interconexiones transfronterizas importan, pero no son una bala de plata”, matiza Sean Kelly, eurodiputado del Partido Popular Europeo y miembro de la Comisión de Energía de la Eurocámara. “Los acontecimientos del lunes demostraron la importancia de invertir en las tecnologías menos glamurosas, pero críticas, como los condensadores síncronos o los volantes de inercia [máquinas que ayudan a estabilizar el sistema eléctrico], que pueden ayudarnos a evitar apagones en un sistema variable”, añade este irlandés, que habla de la “modernización y extension de la red” como un asunto “de urgencia”.

El socialista español Gonzalez Casares va incluso más allá cuando apunta que la UE “va tarde”. Se refiere al grado de energía renovable que Europa se ha planteado consumir antes de 2030, el 32%. “Estamos todavía en el 22%. China está cerca del 30%”.

También el verde Bloss presiona para que “las inversiones en la red y el despliegue de las renovables” vayan “de la mano”. Con demasiada frecuencia, la falta de conexiones a la red frena el despliegue de las energías renovables”, afirma.

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Sobre la firma

Manuel V. Gómez
Es corresponsal en Bruselas. Ha desarrollado casi toda su carrera en la sección de Economía de EL PAÍS, donde se ha encargado entre 2008 y 2021 de seguir el mercado laboral español, el sistema de pensiones y el diálogo social. Licenciado en Historia por la Universitat de València, en 2006 cursó el master de periodismo UAM/EL PAÍS.
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