La vida empieza a los 60

La tercera jubilación de Arsenio Iglesias tampoco ha durado más de siete meses. Su fichaje por el Madrid ha acabado de convertir a O Bruxo en una especie de encarnación futbolística de la teoría del eterno retorno. Hace ya 10 años, tras una amarga experiencia con el Deportivo en Segunda División, decidió por primera vez recluirse en sus negocios y en sus entrenamientos solitarios. En 1991 se retiró de nuevo después de confesarse hastiado del fútbol. Pero siempre ha acabado volviendo, urgido por algún armador con el barco a punto de encallar y que decide encomendar su suerte a las venerables canas del viejo socorrista gallego.El nunca suscribiría la frase porque reivindica con similar orgullo su pasado en el Hércules o el Burgos que los días de gloria otoñal en el último Deportivo. Pero en lo que respecta a su proyección pública, casi podría decirse que la vida de Arsenio empezó a los 60 años. En 1992 se dejaba ver por La Coruña como una figura entrañable y relativamente desconocida fuera de Galicia, un antiguo futbolista de la época de Di Stéfano y Kubala, curtido por cientos de tardes de zozobra en vestuarios con goteras y banquillos de tablas polvorientas. En cuatro años fue como si se le abriesen de par en par las puertas del cielo: un penalti en el último minuto le privó de una Liga, ganó con la Copa del Rey el primer título importante de su carrera y para rematar la fábula, a los 65 años le llama el Real Madrid, el segundo equipo en su corazón tras el Deportivo, el conjunto en el que pudo jugar al lado de Di Stéfano y Kopa si no se interpusieran unos cuantos miles de pesetas de las de 1958.