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Siempre Robando
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Se va del Madrid algo que no está en el mercado: te toca o no te toca

Es en cosas que puede hacer cualquiera y que haces tú cuando se sabe quién tiene la fortuna, el aura, de su lado. Modric la tuvo siempre

Luka Modric, manteado por sus compañeros en su despedida del Real Madrid.
Manuel Jabois

Luka Modric fue un empeño de Mourinho que el antimourinhismo, casi tan envidiable como el antimadridismo, se empeñó en ridiculizar con muy poca prudencia. Pero ni siquiera estaban siendo originales. Ya cuando llegó al Tottenham se enfrentó a la sospecha, cuando no burla, de los aficionados; también fue víctima de la desconfianza de sus propios compañeros. ¿De verdad aquel tipo bajito, escuálido, que parecía un chico de los recados, iba a encargarse del juego del equipo? Los primeros partidos alimentaron el debate. La prensa puso el foco en su físico: la Premier exigía fuerza y músculo. Pero la Premier lo que exigía era lo que exige siempre el fútbol: un tipo que sepa qué hacer con el balón. “Modric hace que todo funcione sin que se note demasiado”, resumió Mourinho años después.

En Madrid, Mou lo bajó al eje del equipo y le enseñó otra posición, a priori más exigente de músculo y pulmones. Dio igual. Una primavera en Mánchester, Champions League, rompió el escaparate. Si todo eso podía hacer Modric, la siguiente época sería suya. Tenía una visión de juego fuera de lo normal, un despliegue físico sofocante y, sobre todo, movía la pelota dos segundos antes que los demás. Tenía a Cristiano y a Benzema delante. Tenía a Marcelo y Ramos detrás. Y la siguiente temporada tendría a su lado a Casemiro y Kroos. Además, tiraba buenos córners. Tirar buenos córners es importante en los descuentos. Modric tiró uno en la final de Lisboa y cambió para siempre la historia del Real Madrid y reventó el candado de los cajones de una década extraordinaria, los años extraordinarios, las remontadas extraordinarias.

Había algo en el juego de Modric íntimamente relacionado con la alegría. Tenía que ver con el fútbol y sus maneras de entenderlo. Modric lo entendía como había profetizado Mou: cambiando el juego del equipo al ritmo que exigía el resultado sin mucha farándula, subiendo la marea ofensiva cuando el rival se asustaba y exhibiendo una calidad individual que no era otra cosa que pura necesidad: a donde no llegaba su altura o su fuerza, llegaban de sobra sus controles, sus pases, sus amagos. Modric hizo del Madrid un equipo alegre, una afición alegre, un palmarés alegre. Circula por ahí un montaje en el que lo muestra joven de piel lisa con su media melenita cuando llega al Bernabéu junto a una foto suya de ahora, más arrugado, más gastado: eso es porque ha reído mucho. Y nos ha hecho reír un montón. No por gracioso sino por jugadorazo.

Su adiós es el cierre definitivo a una época que se ha ido clausurando capítulo a capítulo hasta la estampida final, él y Ancelotti. Nos despedimos de todo siempre a plazos porque creemos que así pausamos el tiempo. No pausamos nada. Carvajal ya es el único jugador que queda del Madrid que ganó la Champions en Lisboa. Hay muchas imágenes simbólicas de estos años, pero la más repetida es la de Modric yendo a sacar un segundo córner en esa prórroga. Hace un gestito con la cabeza como para apartarse el pelo. Es un vídeo que habremos visto miles de veces los madridistas. Modric ha sido diez veces más jugador, y ha hecho del Madrid diez veces más grande, como para detenerse en un córner. Pero es en cosas que puede hacer cualquiera y que haces tú cuando se sabe quién tiene la fortuna, el aura, de su lado. Modric la tuvo siempre. Ha sido un jugador con mucha suerte y nos la dio a los madridistas también. Y eso no se hereda ni se aprende ni se deja en el vestuario para los que quedan. Tampoco se compra.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.
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